martes, 25 de diciembre de 2018

La copa

Rezuma aquí entre ese olor a plátano, a frambuesas, a Enate, Somontano, la voluptuosidad de un término demasiado añejo: ociosidad. Pero que vuelve a la carga entre buenos recuerdos y buenos vinos. Aunque más que recuerdos, pensamientos, porque no creo que el futuro se desligue mucho del pasado más allá de lo que conocemos como pensamiento. Su aroma a violetas es ancho en boca, te llena por dentro, y su retronasal es dulce, como un campo de melocotoneros, como si el vértigo de una tierra perfumada (Al Andalus) fuese el canto vehemente de los jilgueros que siempre están de aquí para allá, de paso.

Tus frases, otra vez, pensamientos, asomaban como un gato sobre una luna llena y, de tan llena, herida, recortándose sobre un foco que deposita en él algunas, quizá convalecientes, esperanzas. Quizá la imagen de su belleza, pura ironía macabra.

Y sin saber te intuía, y sin conocer lo sabía, y sin decir decía. Y "delegaba, aceptaba, asentía, afirmaba" que todo esto ya lo conocía, que todo esto tú ya lo conocías, que era un paso más que se vislumbraba en 2005, y más atrás, donde se pensaba todo lo que ahora se está terminando por decir aquí. Te diré también que soy como tú pero que me proyecto sobre algunas cosas de otro modo, que mi felicidad o infelicidad interior no condiciona la aventura y que mi substancia no se traslada allí en eso, se traslada a otras muchas cosas de las cuales yo soy el primer sorprendido. Pero bueno, siempre me tengo miedo,  sé que no sólo en Psicosis hay asesinatos en la intimidad de una ducha y sé también que en nuestro hogar todas las habitaciones terminan siendo duchas. Donde siempre ocurren cosas. Porque por nosotros pasan muchas cosas.

Como ya te he dicho antes en los últimos meses, sobre todo en tu caso, han ocurrido mil historias. Es indudable. Y con ello llegaron los reproches, comenzando estos por algo así como que empezaba la partida a regañadientes. Yo te diré que elegir blancas ya era cuestión de un tipo con objetivos. Y aunque suene a frase hecha te diré también que era cuestión de un tipo con adjetivos, de los que permanecen como el azúcar abajo en una taza de café, que te puede saber amargo en un principio pero que finalmente te llena de dulzor.

Y te dejo allí. Sí, ahí, entre medio no de trescientos y pico kilómetros, sino de una botella bordelesa, hasta la próxima línea que dibuje por mi parte. Un poco de sangre de esa de la que aquí siempre fuimos tan sobrados, hasta bañarnos y hasta el punto de dibujar por las paredes frases de alguna canción que tú y yo sabemos. Rebosando.

(Ya no queda nada en la copa)

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