domingo, 23 de diciembre de 2012

Lo otro.

El otro, en según que ocasiones, nos llena de perplejidad. Se expresa a través de su voz, de sus movimientos. Se va. Vuelve. Nos mira. ¿Cómo esa persona puede tener vida? ¿A eso llaman vida? Parece un muñeco. Una criatura. Pero se vuelve, nos habla. Aparentemente no hay inteligencia en sus movimientos, si acaso rutina. Se mueve como las hormigas. Está en un hormiguero. Moviéndose bajo los dictados de una fría pulsión atávica.

¿Cómo imaginar que esa persona cobija un alma y, aún más, que la desenmascara a través de sus sentimientos?
Es imposible, ¿verdad?
Todos somos lo otro: una enorme verdad, un diminuto consuelo.

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